viernes, 20 de enero de 2012

Pasajero

    Se han vuelto raros los pasos que me llevan de un lado a otro, que intentan trasladarme por el camino efímero del día a día. Los siento más veloces que nunca, alocados como sin saber a dónde llegar. Al tiempo que me mueven, solo puedo mirar hacia atrás y ver todo lo que va quedando. Veo todo aquello que pasa y que ni siquiera pude tocar; los átomos de la temporalidad van esfumándose junto con los desperdicios: eso que no se puede aprovechar. Adelante todo se ve difuso; difícilmente puedo distinguir imágenes y cosas. Todo se agiganta y parece venirse encima. Todo requiere de decisiones rápidas y poco precisas para no languidecer como los cuerpos abatidos que se arrastran por allí, a un costado. Deseo ser uno de esos cuerpos. Los sueños parecen cada vez más lejanos, las dificultades se acrecientan a este paso vertiginoso.
    Trato de que otros pensamientos me alejen de este río turbulento. Los colores invaden mis pupilas y el aroma a hierba fresca llena mis pulmones aliviando mi espíritu. Suaves melodías se entremezclan con distorsiones palpitantes: labios de seda, piernas infinitas, nalgas voluptuosas, senos tiernos, vulvas ardientes que se inundan, manos tersas y ligeras, cuerpos brillantes que chocan estruendosos. Letras que inundan mis ojos y agujerean mi alma, enormes estructuras de palabras que se desarman y se arman en mi cabeza.
    Suelo desesperarme, aunque sin perder la calma. Mi mente no se retuerce tanto como mis tripas. Pienso y pienso, y siempre llego a una conclusión provisoria que logra enmendar mi ánimo, como otro pequeño empujón o una capa más de claridad. O por lo menos eso es lo que intento ver, lo que quiero creer. Aunque sé que solo es la calma de esa efímera conclusión.


Raúl Vásquez A.



1 comentario: