No habría sido tan desgarrador
si no hubiera esperado aterrado el frío de su ausencia,
cuando su ser, abrigo de plumas de diamante y mimbre,
se lanzó en un vuelo que resonó fulgurante, como polvo sideral.
Las espinas del recuerdo acaecieron brutales
acorazando impiadosas a mi espíritu doliente.
Traspasaron tus vibraciones
desde la intemperie de la remota lejanía,
hacia la sangre y la carne que se retuercen desconsoladas,
al recordarte, al verte, al escucharte siempre.
Ahora en suelos de nubes reconfortantes
tu alma alada de melodías infinitas
vuela entre sueños de acordes y tinta,
vuela creando fantasías de mundos lejanos.
Desde aquel destino etéreo, desconocido, sin importancia,
has vencido al olvido llevando siempre el corazón entre tus manos;
vivirás más que siempre, dínamo del alma, con eternas recompensas de amor,
con miles de frutos que se abrazan a tu perpetua creación.
Raúl Vásquez A.
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